viernes, 2 de marzo de 2012

CUARESMA TIEMPO DE CONVERSIÓN

Cuando llega el tiempo de Cuaresma escuchamos que es un “tiempo de conversión” e incluso lo repetimos muchas veces sin poner atención especial a que significa esto.

La Cuaresma inicia el miércoles de ceniza y dura 40 días, finalizando el Domingo de Ramos. Estos 40 días son un tiempo de preparación para la Pascua del Señor (pasión, muerte y resurrección de Jesús).

¿Qué significado tienen los 40 días? Jesús después de ser bautizado en el rio Jordán se llenó del Espíritu Santo y Éste (el Espíritu Santo) lo llevó al desierto. Ahí permaneció 40 días sin comer nada. Al pasar estos días sintió hambre y el diablo lo puso a prueba (Lc. 4, 1- 13). Jesús fue tentado 3 veces por el diablo y las 3 veces resistió la tentación por la fortaleza que le había dado ese período de ayuno y oración. Podría parecer contradictorio que el dejar de comer le haya dado fuerza y es porque le dio fortaleza en el alma, en su voluntad; para nosotros poder vencer la tentaciones que día a día, hora a hora el diablo nos pone debemos ser fuertes de espíritu y eso sólo lo logramos con sacrificios y oración.


Las tres tentaciones del diablo se repiten hoy en día con cada uno de nosotros pero tenemos la voluntad tan débil que caemos:

1ª tentación “El diablo entonces le dijo: -Si de veras eres Hijo de Dios, ordena a esta piedra que se convierta en pan-. Jesús le contestó: -La Escritura dice: ´No sólo de pan vivirá el hombre´” (Lc. 4, 3-4) Es una tentación que toca el orgullo, y si no tenemos la gracia suficiente que sólo viene de Dios es muy difícil que podamos resistirla. A nosotros nos gusta presumir y ostentar, nos es difícil ser humildes y callar; más en esta sociedad que nos dice que “el que más tiene, el que más exitoso sea, el que más presuma, ese es el mejor” y Jesús viene a romper ese esquema y nos dice “el que quiera ser grande entre ustedes, deberá servir a los demás, y el que entre ustedes quiera ser el primero, deberá ser el esclavo de los demás” (Mc. 10, 43-44)

2ª tentación “Luego el diablo lo levantó y, mostrándole en un momento todos los países del mundo le dijo: -Yo te daré todo este poder y la grandeza de estos países. Porque yo lo he recibido, y se lo daré al que quiera dárselo. Si te arrodillas y me adoras, todo será tuyo- Jesús le contestó: - La Escritura dice: ´Adora al Señor tu Dios, y sírvele sólo a Él´” (Lc. 4, 5-8) Esta segunda tentación es el afán desordenado de poseer bienes materiales. Quien la padece ya no mide la moralidad de los medios, ni los riesgos, ni las consecuencias, y no le importa si para ello tiene que pasar sobre sus hermanos. Las tentaciones de la riqueza y el poder dan ceguera al hombre haciéndolo vivir en una absurda fantasía y a sus hermanos en el dolor de convertirse en sus víctimas. Pero Jesús nos muestra donde está la fuerza para vencer estas tentaciones; se trata de ser fieles en la misión que Dios nos ha confiado y, sobre todo, buscar la ayuda de la palabra de Dios si nosotros hacemos lo que Dios nos pide y nos guiamos de su Palabra no podremos equivocarnos y el diablo no podrá confundirnos y engañarnos.

3ª tentación “Después el diablo lo llevó a la ciudad de Jerusalén, lo subió a la parte más alta del Templo y le dijo: -Si de veras eres el Hijo de Dios, tírate abajo desde aquí; porque la Escritura dice ´Dios mandará que sus ángeles te cuiden y te protejan. Te levantarán con sus manos, para que no tropieces con piedra alguna´- Jesús le contestó: -También dice la Escritura ´No pongas a prueba al Señor tu Dios´”. La tercera tentación consiste en pretender poner a prueba a Dios. Cuando el hombre duda de Dios y lo reta comete una falta muy grave. Esto es pérdida de respeto y abuso de la confianza que da Dios. Lamentablemente es muy típico en nosotros hacer esto e incluso usamos a Dios como un mercader al cual le pedimos algo a cambio “de una manda” y nos enojamos si lo que pedimos Dios no nos lo mandó o hacemos trueque de oraciones a cambio de favores. Tengamos cuidado especialmente en esto, Dios sabe que necesitamos y si confiamos verdaderamente en Él y nos mantenemos en gracia nos llegará lo adecuado a nuestras vidas aún que no sea lo que nosotros queremos, ya que muchas veces lo que nosotros queremos no nos ayuda en nuestra salvación si no que la obstaculiza y es por eso que Dios no nos lo da.

Pudimos analizar las 3 tentaciones que tuvo Jesús en el desierto y de qué manera las venció, así nosotros tenemos constantemente tentaciones y a veces no sabemos cómo vencerlas y es por ello que la Cuaresma nos ayuda con algunos tips que harán nuestra voluntad fuerte para poder vencer cualquier tentación que el diablo nos ponga, no se trata de algo que la Iglesia “se inventó” ni de “obligaciones molestas” se trata de actos concretos que nos ayudan a fortalecer nuestra voluntad y con ello acercarnos a la Santidad (y no tienen que reducirse sólo a la Cuaresma, si no que tienen que ser una constante en nuestras vidas)

·         Ayuno: por el que el hombre se olvida de sí, y piensa en Dios, renuncia al alimento corporal y se acerca al alimento del alma. Tiene una doble finalidad: aminorar nuestros apetitos desordenados (dejar de “consentir” el cuerpo y fortalecer así la voluntad) y aliviar las necesidades del prójimo con lo que nos ahorramos en el ayuno.
·        Abstinencia: No es para darnos grandes banquetes de mariscos, si no para reencaminar nuestras vidas por el camino de la moderación, austeridad, recortar gastos inútiles. Pero con un fin: podemos ayudar más a los demás (ejemplo: lo que gastamos generalmente en carne dárselo a alguien necesitado) y así continuamos dominando nuestra voluntad y encaminándola a Dios.
·        Oración: Mediante la oración, el espíritu crece y se transforma; se conecta con Dios. Gracias a la oración podemos escucharle y hablarle, agradecerle y suplicarle, en un encuentro personal y debe ser frecuente. Sólo así Dios nos podrá indicar cuál es nuestra misión y de qué manera podemos cumplirla. Con la oración aparte de fortalecernos nos llenamos de paz y tranquilidad, y poco a poco recibimos los dones que Dios nos quiera regalar.
·        Sacrificio: pequeñas renuncias, pequeños propósitos que moldean nuestro carácter, nuestra voluntad y nos acercan más a Dios.
·        Limosna: enriquece más al que la da que a quien la recibe. Con ella adquirimos lo que no tiene precio, el amor de Dios y la salvación eterna. Si, mejor es dar que recibir.


Así es, la Cuaresma es un tiempo de preparación, de meditación en el desierto de nuestras vidas, pero sobre todo es un tiempo de conversión. Una conversión total a Dios ¿cómo lo podemos lograr? Arrepintiéndonos de nuestros pecados con todo nuestro corazón, realmente sentir dolor por haber ofendido a Dios y por alejarnos de Él; buscar la reconciliación con Dios mediante el Sacramento de la confesión y entender que la penitencia que nos da el Sacerdote es una manera de sanar esa herida que está en nuestro corazón por haber lastimado a Dios y a nosotros mismos con el pecado. Pero sobre todo es hacer el propósito firme de cambiar y de vivir cada día un poquito más cerca de Cristo y de su enseñanza.

La conversión es un cambio radical, es movernos totalmente hacia Dios: encaminar nuestra vida en su totalidad a Dios nuestra vocación, nuestra profesión, nuestro trabajo o estudio, nuestros pensamientos, sentimientos, nuestro actuar. Es hacer la voluntad de Dios en todo momento y en todo lugar guiándonos por su Palabra.

La conversión viene a decirnos que tenemos que cambiar cosas, si, pero que hay que hacerlo desde dentro, es decir, que lo que tiene que cambiar es nuestro corazón. Siempre podemos mejorar en algo. Cambiando poco a poco nuestro corazón podremos transformar nuestra manera de ser y también todo lo que nos rodea. Y juntos, en comunidad, transformar el mundo, al estilo de Jesús, haciendo crecer su Reino. Dios está de nuestro lado y nos dará las fuerzas necesarias para ello.


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